La muerte de patos yecos y el modelo de desarrollo

Rubén Moraga Mamani. Diputado por Tarapacá.

Editorial 04/08/2021 Editor Editor
Diputado Ruben Moraga

La semana pasada, los habitantes de Iquique fuimos testigos de la muerte de cientos de cormoranes negros -más conocidos como patos yecos- cuyos cadáveres yacían en el borde costero. Hasta el momento, todo parece indicar que la causa de muerte se debió a un traumatismo en contexto de faena pesquera de cerco de arrastre. Incitare para que las autoridades responsables entreguen prontamente toda la información con publicidad y transparencia a la comunidad iquiqueña.

Diversos científicos y activistas de diferentes partes del mundo han concluido que la pesca de arrastre es un método destructivo y una barbarie económica. Uno de sus efectos negativos inmediatos en la ecología es la captura de otras especies “no utilizables”, entre ellas, aquellas aves que se alimentan de la especie en captura. Y, por otra parte, en el mediano y largo plazo, compromete la reproducción futura de los recursos hidrobiológicos.

Para el caso del cormorán negro, este se alimenta de la anchoveta y cuando los barcos de cerco proceden a la captura de esta especie, también capturan a toda la fauna que acompaña o que se está alimentando de la pesquería objeto del arrastre. Como no son especies “utilizables” se procede a arrojarlas por la borda, muertas o moribundas, y la marea se encarga de arrastrarlas hacia la playa, ofreciéndonos escenas sacadas de una película apocalíptica.

Pero, no sólo en la pesca se utilizan métodos extractivos cuya principal motivación es extraer la mayor cantidad de recursos naturales con bajos costos asociados en la operación y en el menor tiempo posible, pero con nocivos efectos en la ecología. Actividades como la minería, la agricultura, la acuicultura y la silvicultura, también funcionan bajo esta irresponsable y nociva premisa de acumulación de capital, desprovista de verdaderas regulaciones que pongan limite a la voracidad empresarial, a su comportamiento siempre criminal con el medio ambiente, con la vida y con la sustentabilidad futura de las próximas generaciones.

El modelo de desarrollo extractivista, centralista y neoliberal al basarse en la mercantilización absoluta de los recursos naturales, el trabajo y el territorio, devendrá siempre en una relación violenta entre sociedad y naturaleza. Este potencial destructor del capitalismo se moviliza con el único fin de extraer valor y en contra de la generación de valor. Como consecuencia, nuestro actual modelo de desarrollo y sus métodos extractivos -que sólo tienen como meta el crecimiento económico- bloquean cualquier posibilidad de un desarrollo humano sostenible y sustentable para nosotros y para las próximas generaciones.

El actual patrón de acumulación capitalista que solo beneficia a un grupo pequeño de la humanidad, esconde bajo el disfraz del respeto a los contratos, de la prosperidad y la paz social, el verdadero rostro de los principios económicos que nos rigen, los que son, la violencia y la rapiña.

En la última década, numerosos casos comprueban la vocación perjudicial del extractivismo en contra de la naturaleza y la humanidad. Nuestra dependencia de los mercados internacionales y de enclaves territoriales de extracción y exportación, más que empujar nuestro desarrollo hacia una sociedad moderna, la han derivado hacia una dinámica de africanización de nuestros territorios, abrigando zonas de sacrificio y comprometiendo seriamente la viabilidad histórica de nuestros hijos e hijas.

Así como el 18 de octubre de 2019, la ciudadanía y los jóvenes estallaron contra de la desigualdad, sería bueno que prontamente lo hicieran en contra de un modelo de desarrollo homicida que pone en jaque la continuidad de la vida en el país, y sobre todo en Tarapacá. Urge protestar y, a la vez, repensar la relación del extractivismo y el modelo desarrollo. Más aún, en nuestro actual proceso de deliberación para una nueva constitución. 

Necesitamos avanzar en propuestas que entiendan el desarrollo como un proceso en que los distintos actores y agentes de un territorio acuerdan democráticamente la forma de generación de valor, los límites a la extracción de valor, el incremento y distribución de los ingresos monetarios, el buen aprovechamiento de los recursos locales para la satisfacción de las necesidades regionales. En fin, un enfoque que incorpore los intereses, necesidades, valores y expectativas que constituyen nuestra sociedad regional, porque solo desde ahí será posible obtener una respuesta distinta a al modelo extractivista criminal.

 

 

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