La salud, el estado y la desprotección social

David Valle Mancilla, enfermero universitario, master en administración con especialización en salud.

Editorial 01/06/2021 Editor Editor
COLUMNA
David Valle Mancilla, enfermero universitario, master en administración con especialización en salud.

Durante un año y algo más, hemos estado vulnerables e indefensos, ante un enemigo que no podemos ver a simple vista, pero que cada segundo fuera de la protección de nuestros hogares, puede poner en peligro nuestra salud y la de los que queremos.

¿Pero qué diantres es salud?

Salud es un concepto único y adaptable a las condiciones en que cada uno de nosotros vive. Es diferente para usted, el o la que lee, para su pareja, para sus abuelos (y si, cada uno por separado), hasta para el mismo ministro de salud.

Porque todos vivimos de forma distinta, porque todos nos manejamos en entornos y comunidades distintas, porque cada uno de nosotros es un universo completo y único.

¿Entonces por qué las políticas públicas de salud apuntan a un bienestar común? Netamente, porque la salud es un derecho que el estado debe otorgar. Por lo tanto, se crea el concepto de “salud pública” donde velamos por el mejoramiento de la calidad de vida de la población en general, y para eso se debe asegurar un medio ambiente limpio, adecuada nutrición, actividad física y medios preventivos de enfermedades. Por eso que salud pública entonces, coloca directrices como es vacunarse ante una enfermedad que puede expandirse y enfermar a muchas personas.

Y en este punto es donde se crea el nudo crítico. Constitucionalmente el Estado no está obligado a entregar una salud pública, gratuita y de calidad, en cambio le entrega a la misma población la posibilidad de elegir entre un sistema público o un sistema privado. Otorgándole por lo tanto capacidad de comercialización de un derecho humano básico a instituciones con fines de lucro. Y no crean que el problema es de las empresas privadas, para nada, porque es cierto (como dicen en ciertas comunas) que una persona tiene capacidad de decisión (y obviamente también es un derecho humano básico el libre albedrío), el problema está en cómo se comercializa la salud, como por ejemplo los hospitales públicos deben ver como sus instrumentos se deterioran cada vez más hasta el punto que deben correr a comprar servicios a las clínicas privadas para poder cumplir con plazos establecidos… ¿y adivinen qué? Círculo vicioso.

Y vemos a mucha autoridad hablar de las “determinantes sociales de salud”, cuando ni siquiera conocen la realidad de su gente. Para conocer eso se debe diagnosticar, se deben mover las bases de la atención primaria para solicitar información fresca y cercana. Conocer la soledad, las necesidades, el frio, el hambre y la desesperación. Falta entender, por ejemplo, ¿por qué aún hay lugares en Chile que no conocen el agua potable o de tener un alcantarillado?

Cuando exista esa información y además se transforme en políticas publicas adecuadas a la situación actual de la población chilena, en ese preciso momento el detrimento en que se encuentra la salud pública se frenará y podremos construir estrategias reales para personas reales.

 Incluso hasta el manejo de la pandemia podría ser mucho más fácil de sostener si principalmente los egos y las luchas de poder se detuvieran, dándole importancia a lo que realmente importa: las personas. 

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